Hola, mi nombre es Juan Carlos Jerí, soy estudiante de Biología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) y fui voluntario de Necropsias de Mamíferos y Aves Marinas dentro de la Reserva Punta San Juan de Marcona durante el mes de enero 2015, además de realizar el censo de una de las colonias reproductivas de lobo marino chusco.
Mi primer contacto con Punta San Juan fue poco antes de ingresar a la UPCH, gracias a una charla vocacional que ofreció la Cayetano, fue en ese momento que decidí que debía conocer este particular sitio de la costa peruana. Durante el 2014 empecé como voluntario del Programa trabajando con los datos históricos de los censos de lobo marino fino, entonces empecé a comprender mejor el trabajo que se realizaba en la reserva y la importancia que este lugar tenía para las especies que encuentran ahí su hogar. Sin embargo, nada se comparaba con ver Punta San Juan con mis propios ojos.
Mi primer contacto con Punta San Juan fue poco antes de ingresar a la UPCH, gracias a una charla vocacional que ofreció la Cayetano, fue en ese momento que decidí que debía conocer este particular sitio de la costa peruana. Durante el 2014 empecé como voluntario del Programa trabajando con los datos históricos de los censos de lobo marino fino, entonces empecé a comprender mejor el trabajo que se realizaba en la reserva y la importancia que este lugar tenía para las especies que encuentran ahí su hogar. Sin embargo, nada se comparaba con ver Punta San Juan con mis propios ojos.
Al llegar a la reserva recuerdo que lo primero en lo que se posaron mis ojos fue en la mancha gigantesca sobre la pampa, una colonia impresionante de guanay fue el primer indicio de la gran experiencia que sería mi estadía. Todo lo que había escuchado sobre San Juan antes de mi llegada resultó ser verdad, la explosión de vida en este lugar es única. Sin importar donde me encontrara en la punta, podía escuchar los rebuznos de los pingüinos, los rugidos de los lobos marinos y las voces de la colonia de guanay; todos anunciando su presencia ante los que la visitan. Era increíble ver colonias tan numerosas de los animales más emblemáticos de la costa, algunos de los cuales nunca había visto antes en estado silvestre.
Parte importante del Programa eran Marco Cardeña y Paulo Colchao, quienes marcaron mucho en mi tiempo en la reserva mientras nos instruían en el trabajo de campo. Pude aprender mucho de ellos durante mi estadía en Punta San Juan, su experiencia y conocimientos sobre la reserva me ayudaron mucho a comprenderla mejor. Marco fue el primero que me mostró la punta, las colonias de Guanay y de Pingüino de Humboldt, además de enseñarme realizar los censos y movilizarme por la punta sin perturbar a los asustadizos pingüinos y lobos chuscos. Paulo me enseñó mucho sobre las necropsias, un trabajo muy arduo y necesario que se realizaba en la reserva, en las cuales él tenía mucha experiencia. Estas podían resultar agotadoras pero conversar y un poco de música las hacían más llevaderas, a menos que tuviéramos que hacer la necropsia en la playa apurándonos para terminar antes que se ocultara el sol (lo que sucede a veces).
Finalmente está Conham, la mascota del Programa, el primero que nos daba la bienvenida al llegar a la casa y que no importa que tan cansados estuviéramos por el trabajo en campo, siempre lograba sacarnos una sonrisa a mí y a los otros voluntarios del Programa al pedir tan insistentemente un poco de nuestra atención.
Mi experiencia como voluntario del Programa Punta San Juan fue muy gratificante y enriquecedora, más allá de la emoción de conocer un lugar tan especial. La experiencia y los conocimientos adquiridos ahí me ayudaron a crecer, a interesarme más por la investigación y a valorar más el potencial que tiene la investigación en el Perú.