06/03/2016

Los maravillosos pingüinos

por: Estefanía Torrejón
Cuando me enteré que había sido aceptada como voluntaria en el Programa Punta San Juan, me sentí muy emocionada porque iba a tener la oportunidad de estudiar y observar a mi especie favorita, el pingüino de Humboldt. Había visto pingüinos antes, pero solo en zoológicos. Verlos en libertad iba a ser una experiencia nueva y única. Y lo fue.
La primera vez que vi a los pingüinos de Punta San Juan fue cuando visité la playa donde iba a realizar la mayor parte de mi voluntariado, S3. Ese día había algunos pingüinos en esta playa y también en S4, que se puede observar desde los puntos de observación de S3. Observarlos en vivo y libres fue una experiencia única, pues sentía que era partícipe de sus vidas, y no solo de las de los pingüinos, sino también de las vidas del resto de la fauna de la reserva.

Una de las experiencias que más me marcaron fue el observar a un grupo de pingüinos irse a forrajear. Sucedió una mañana en que me encontraba realizando una ronda. Había pasado un poco más de una semana desde que comenzó mi estadía en la reserva; inicialmente me pareció un día normal en que iban a ir a bañarse un rato en el agua (que era lo que había podido observar la mayoría de días). Sin embargo, vi cómo el grupo bajaba la pendiente con dificultad, con algunas caídas y segundos intentos, hasta que lograron llegar a la orilla del mar y entraron a nadar, pero esta vez fue diferente y lo hicieron con rapidez y siempre adentrándose más y más hasta que alcanzaron sumergirse. No los logré ver por unos segundos hasta que salieron con grandes saltos para luego volver a sumergirse. No lo hacían todos al mismo tiempo, pero lograban mantener cierto orden y gracia en sus zambullidas. Repitieron esta acción hasta que los perdí de vista.
Logré ver este espectáculo varias veces a lo largo de mi estadía, pero esta primera vez fue mágica porque me sorprendió mucho el cambio de comportamiento del pingüino cuando está en el agua, donde verdaderamente consigue lucirse. Momentos antes, ellos habían realizado movimientos torpes descendiendo la pendiente y, de repente, daban los más asombrosos saltos en el mar.
Todo esto me recordó por qué me gustan tanto los pingüinos. Antes de aprender sobre sistemática y evolución, para mí eran aves que no volaban pero que nadaban espectacularmente. Representaban para mí la rebeldía y el deseo de hacer lo que quieres y no lo que se supone que debes hacer, como también representaban para mi la destreza de poder encontrar aquello que buscas. Como uno de mis animadores favoritos, Kunihiko Ikuhara, con quien comparto el gusto por estos asombrosos animales, dice: “¿Qué es un pingüino? Es un ave, pero no vuela. Es un ave que nada, pero no solo es un ave que nada. Es un ave que nada asombrosamente bien.”

Y gracias a mi experiencia en Punta San Juan ahora puedo dar fe de ello.


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